Es todo incertidumbre y cualquier cálculo es en vano.
En tus manos está el peso de tu esfuerzo,
el objetivo que persigues
y tu método.
Pero no te pertenecen los logros,
si es que acaso logras algo.
Todo se lo debes a los demás.
La comida que te comes.
La ropa que te pones.
La casa que habitas.
Ahora la pregunta es:
¿qué aporto yo?
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